PROYECTO DEMOCRACIA/DEMOKRATIO PROYEKTA

Repararnos como seres humanos, restituir la vida comunitaria, autogobernarnos en democracia y reconciliarnos con la naturaleza: éste es el programa de la revolución integral necesaria, cuya realización sólo es posible si se produce un cambio radical en la conciencia humana y si éste cambio desencadena una fuerza superior al de las poderosas estructuras de dominación que en la actualidad se concentran en el sistema estatal-capitalista.

LOS 25 PUNTOS DEL SISTEMA DE CONVICCIONES PARA UNA

REVOLUCIÓN INTEGRAL. Felix Rodrigo Mora

1. Hay que depurar y actualizar el pensamiento transformador.

Se han de superar, aunque recogiendo lo positivo, las ideologías del pasado. Lo medular es comprender y dar soluciones a los problemas del siglo XXI, lo que significa que en el terreno de las ideas está por hacer una gigantesca tarea de innovación y creación: tal es la tarea principal ahora. Es la realidad, la práctica y la experiencia, no las teorías, lo que cuenta. Hay que practicar el escepticismo metodológico, para zafarse de la verborrea de los profesoresfuncionarios, contra quienes enarbola la exhortación de Sexto Empírico, «sé sensato y aprende a dudar». Lo apropiado es constituir un régimen de autogestión del conocimiento y el saber.

2. El desarrollo del factor consciente es la tarea número uno de nuestro tiempo.

Sin producir argumentos verdaderos, imprescindibles para el crucial combate de ideas, ya no es posible avanzar, es más, hay un riesgocierto de liquidación del pensamiento y las prácticas emancipadoras,por agotamiento total de contenidos. Bajo «la sociedad de lainformación y el conocimiento», que reduce a nada la libertad de conciencia, la tarea central es vencer al sistema de dominación en la pugna de las ideas, lo que equivale a crear las condiciones para su derrocamiento revolucionario. El activismo, el obrar sin contenidos ni reflexión ni estrategia, es ahora un aflictivo error, pues solamente con la formación de un sujeto capaz, con actitud moral del esfuerzo desinteresado y sentido del deber es posible realizar una revolución social integral. Lo contrario, el activismo socialdemócrata, politicista y monetarista, conduce inevitablemente a la aniquilación de un auténtico movimiento popular.

3. Repudio de las utopías sociales.

Las utopías sociales, de naturaleza economicista, desarrollista, hedonista y consumista, infantilizan al sujeto, lo reblandecen y promueven el ideario del goce. El ideario es el esfuerzo desinteresado sin fin por propósitos sublimes, considerando los logros disfrutables como cuestiones de segundo orden.

4. La realidad solo puede ser aprehendida de manera ateórica.

Desde el rechazo de todo axioma y de todo apriorismo, a partir exclusivamente de la experiencia reflexionada. Toda teoría es, al mismo tiempo, errónea, aleccionante y opresiva, de manera que el sujeto, si desea preservar su libertad interior, ha vaciar su mente de verborrea, teoréticas y doctrinas para aproximarse limpio, imparcial, sereno y abierto a lo real. Toda argumentación ha de ir precedida de una investigación y reflexión cuidadosas, de larga duración.

5. La verdad, por tanto, el esfuerzo y la lucha por la verdad posible (concreta y finita), es determinante, junto con la libertad.

Tales son los fundamentos inmateriales de la condición humana, y los que pisotean con más furia el vigente régimen de tiranía. La verdad es meta anterior y superior a la política, por lo que debe ser consecuencia de ella, no causa, como exige el politicismo. La necesidad de verdad es central en el sistema de necesidades del ser humano, en tanto que humano.

6. Se debe creer en el sujeto, más que en las estructuras e instituciones pues, en última instancia, todo depende de la calidad de la persona.

La acción transformadora real la realizan los seres humanos reales, como personas y como seres sociales, no las caricaturas teoréticas creadas por los verbosos de oficio. En definitiva es la viveza intelectual, la valentía y fortaleza, la entrega desinteresada, la capacidad para convivir, la modestia, la frugalidad, el autodominio, la solidez de la voluntad, el indiferentismo ante placeres y dolores, la generosidad, la capacidad para tomar decisiones y arriesgarse, la cortesía y la pasión por el bien lo que determinan el mañana de la humanidad, pues de esos valores emerge, al mismo tiempo, la comprensión de lo real y la decisión consecuente para su transformación. Con ello se recupera y reafirma la esencia concreta humana, hoy en trance de liquidación, lo cual es deseado por las elites gobernantes.

7. El sujeto se construye, es decir, se auto-construye. Su edificación desde sí es imprescindible.

Hoy todo le convierte en objeto, por lo que la lucha para devolver a aquél su capacidad de ser y de obrar, por tanto, de ser agente creador de la historia, es un componente esencial de la revolución por hacer, lo que otorga la razón a Epicteto cuando expone «prepara tus facultades para honrarte y ornarte con los hechos más penosos». Si el placer no es un bien se concluye que el Estado de bienestar, esto es, de pretendida felicidad y goces otorgados desde arriba, es una maldición que nos priva de la libertad y de la condición de seres humanos.

8. No se puede delegar en el Estado lo que es tarea del sujeto.

Se necesita un sujeto sin tutelas ni andaderas, auto-construido sin la envenenada «ayuda» institucional, pues sólo así puede desarrollar al máximo sus capacidades intelectivas, convivenciales, volitivas, estéticas y morales. Dicha «ayuda», al delegar en el Estado lo que es tarea del sujeto, por él mismo y unido asociativamente a sus iguales, crea una degeneración gigantesca de aquél, que equivale a su acabamiento espiritual. En efecto, el régimen de Estado de bienestar mata al espíritu.

9. El olvido de sí, la disposición para el esfuerzo y servicio desinteresados, es el punto de partida de toda acción tendente a revolucionarizar la actual sociedad.

Sin transgredir cada día el principio del interés particular no hay ser humano integral y no hay revolución integral. Es urgente recuperar la grandeza perdida por causa de la sordidez y mezquindad del culto al ego, el vicio burgués por excelencia.

10. Se ha de repudiar la infausta fe economicista.

Ésta considera a la persona como un estómago, y que arbitrariamente hace de los factores económicos el fundamento de lo humano. Lo concluyente son los elementos inmateriales, la libertad, la verdad, la convivencia, el bien moral, el esfuerzo desinteresado y la voluntad de trascendencia. El modelo homo oeconomicus pretendido por el economicismo ha llevado de derrota en derrota a los movimientos supuestamente emancipadores del pasado inmediato, y ha creado seres que son, más que humanos, monstruos.

11. El esfuerzo y servicio desinteresados nos construyen como seres humanos.

Rechazada la sobrevaloración de lo político, esto es, el politicismo, se ha de concluir que el esfuerzo y servicio desinteresados nos construyen como seres humanos, la molicie, el egotismo y el placer como subhumanos. Quien corre tras el propio interés se hace un neosiervo mientras que quien vive para lo grande e importante, con magnanimidad y olvido de sí, se edifica como ser humano. Lo sustantivo, según expuso Simone Weil, no son los derechos sino los deberes, el ser servido sino el servir, lo que se recibe sino lo que se da. Tal es el estado de animo óptimo para hacer frente a la gran crisis múltiple en desarrollo, que sacude a la humanidad, la cual se irá agravando más y más en los próximos decenios, y a la que se debe dar una salida revolucionaria.

12. La concepción de la historia humana.

Entendida como un orden mecánico que opera según criterios deterministas y teleológicos, es inexacta, pues el quehacer transformador cuenta, sobre todo la libertad. Las dos condiciones más importantes son la comprensión exacta de la realidad (lo que resulta del esfuerzo perpetuo por la verdad) y la elevación conforme

a un plan de calidad y valía del sujeto.

13. La meta es la transformación integral del orden constituido.

Esto es, una Revolución Integral, no los logros parciales, las reivindicaciones provechosas ni las «soluciones» dentro del sistema. Éste ha de ser transmutado como totalidad y no meramente reformado o mejorado, lo que, además, es imposible. Se deben denunciar y combatir las perversas soluciones socialdemócratas de viejo y nuevo tipo, asentadas en la veneración irracional del ente estatal, tenido por expresión de «lo público», hoy dominantes.

14. El estudio y conocimiento objetivo de la historia ha de ser patrimonio de todas y todos, pues la historia es, como dijo Cicerón, maestra de la vida.

Hay que vivir nuestro tiempo con perspectiva temporal, considerando el ayer tanto como el mañana, sin quedar atrapados en un «ahora» que nos desarticula como sujetos y nos condena a ser carne de cañón de la política socialdemócrata, siempre estatófila y por ello mismo siempre pro-capitalista.

15. Es decisiva la recuperación crítica y actualizada de lo positivo del pensamiento clásico de la cultura de Occidente.

El tercermundismo en boga debe ser denunciado porque desdeña lo occidental en bloque y adopta una posición acrítica, beata y servil, a menudo neo-racista, ante todo lo proveniente de otras culturas, sin distinguir en ellas lo positivo de lo mucho negativo, con lo cual se hace fuerza activa de la nueva reacción mundial, considerando la descomposición, irremediable a medio plazo, que padece Occidente, contando además con que el próximo futuro del capitalismo estará en China, India, Sudáfrica, los países islámicos con recursos petrolíferos, Brasil y otros.

16. La meta es una sociedad frugal para todos.

En la que la riqueza, el consumo y la abundancia de goces corporales no puedan dañar la pasión por la libertad, ni el esfuerzo por la virtud, ni la lucha por la verdad, ni el impulso a amar a los iguales, ni la entrega al bien moral, ni el ardor por la revolución. Además, la frugalidad preserva el medio natural, y la búsqueda de metas

inmateriales no contamina. Por tanto es el entusiasmo por la autosuficiencia y la posesión mínima, y no la riqueza, como preconizan los gastados credos obreristas, el fundamento de la vida buena y de la sociedad más deseable, como un bien y una virtud, a la vez.

17. El culto por el Estado es hoy «el todo» del falso radicalismo y del izquierdismo residual.

Su causa sociológica es la hiper-extensión del ente estatal en las sociedades de la modernidad última, que son, por eso mismo, las más despóticas de la historia. Aquéllos han renunciado a la lucha por la libertad, dado que sólo aspiran a lograr una felicidad estupidizante, pancista y barbárica a la sombra de un ente estatal descomunal. Eso hace de ellos las nuevas fuerzas reaccionarias, que las instituciones y el capitalismo utilizan para imponer sus intereses estratégicos al pueblo.

18. El actual régimen constitucional, partitocrático y parlamentarista es una dictadura, la peor y más opresiva dictadura política de la historia.

Ha de ser derrocado y sustituido por un sistema de gobierno popular con un orden de asambleas omnisoberanas en red. Se debe condenar la vigente Constitución, así como todo el orden constitucional existente desde la liberticida, sangrienta, barbárica y ecocida Constitución de 1812. Dado que ambas imponen la propiedad privada capitalista hay que ponerla fin. Sin aparato estatal y sin capitalismo significa con libertad, de conciencia, política y civil, pero no equivale a sociedad utópica, perfecta y de felicidad perpetua, pues los estadios de llegada no son lo decisivo.

19. La participación de las mujeres.

Haciéndose cargo de tareas de la mayor responsabilidad y dificultad, en la pugna por la verdad y en los combates por la libertad, es imprescindible para alcanzar resultados concluyentes. Por tanto, hay que contestar al régimen neo-patriarcal que el feminismo de Estado y el izquierdismo han urdido para aherrojar a las féminas. Hombres y mujeres deben estar unidos, amarse y respetarse en pie de igualdad, compartiendo las tareas de la transformación integral del orden constituido, sin sexismo de uno u otro tipo.

20. La Revolución Integral es necesaria.

Pero no para desarrollar la economía y la tecnología, fomentar el consumo y realizar la felicidad general, sino para establecer una sociedad libre, en la que lo humano pueda desenvolverse, triunfe el afecto de unos a otros, la propaganda ceda ante la verdad, la naturaleza sea restaurada y se viva de manera civilizada. En ella el Estado ha de ser sustituido por un orden de autogobierno por asambleas, y el capitalismo por un sistema plural de colectivismo, sin salariado ni explotación, pero ello no será el fin sino el principio de nuevos esfuerzos y nuevas luchas por llevar la condición humana a metas aún más magníficas.

21. Los problemas políticos no pueden hacer olvidar los existenciales.

Los problemas políticos, tan importantes, no pueden hacer olvidar los de naturaleza existencial, que no admiten remedio práctico pero están siempre ahí. Son la finitud, la soledad ontológica, el paso del tiempo, la muerte y la nada eterna. Su olvido nos empequeñece y disminuye, por lo que necesitamos meditar sobre ellos con regularidad, para asumir hasta el fin nuestra condición, evitando el simplismo politicista y la idea mentecata de la felicidad como destino humano deseable y posible. Las soluciones politicistas, incluso las que en sí mismas son correctas y verdaderas, al ser una forma más de reduccionismo no resultan resolutivas, en buena medida porque construyen sujetos de una calidad muy baja incapaces para realizar efectivamente la transformación integral del orden constituido.

22. El trabajado asalariado, elemento de degradación global de la persona.

Es algo vital. Una humanidad libre, autogobernada, moral, autogestionada y asentada en el amor de unos a otros (ayuda mutua) necesita de una sociedad sin trabajo asalariado, sin burguesía, sin patronal, sin capital.

El trabajo asalariado mata la inteligencia, destruye la voluntad, lamina la sociabilidad, embota la sensibilidad, anula el sentido moral. Nos hace unos brutos sin cerebro ni corazón, meros autómatas y monstruos con apariencia humana.

El salariado destruye la esencia concreta humana porque hace imposible la construcción pre-política del sujeto. Ahí esta el gran problema. No hay ningún trabajo asalariado «bien pagado», como no hay ninguna esclavitud aceptable. La reconstrucción de la humanidad y la regeneración del ser humano demandan imperiosamente poner fin al trabajo asalariado.

La izquierda se dice «anticapitalista» pero no anti-trabajo asalariado, pues lo admite con mucho gusto cuando está bien pagado, esto es, cuando destruye con más eficacia la esencia concreta humana. El verdadero anticapitalismo, sin comillas, es el que lucha contra el trabajo asalariado, no el que «lucha» por salarios más altos, mejor pagados. Quienes preconizan tal cosa, quienes se quedan en la lucha por más dinero, son los peores burgueses, los más encanallados reaccionarios.

23. El capitalismo depende en todo del Estado, no hay un anticapitalismo creíble pro-Estado.

El capitalismo NO ES una realidad autónoma y autocreada que opera por sí misma según leyes inmanentes, careciendo de importancia la función del Estado, este axioma del materialismo mecanicista y del izquierdismo de toda clase, es un fiasco y un engaño del principio al fin. La realidad muestra que no hay capitalismo sin ente estatal, que no hay mercado sin legislación positiva, que no hay sistema capitalista sin orden político-jurídico, cuyo fundamento último es la fuerza, esto es el ejército y la policía.

Todo «anticapitalismo” que no sea antiestatal, y que no actualice su comprensión del capitalismo, pasando del doctrinarismo al realismo, es un modo de defender el capital, al salvaguardar su fundamento último, el Estado. A éste le respaldan: a) quienes le apoyan, b) quienes no lo denuncian y le combaten, c) quienes le poner la

etiqueta apologético de público.

24. Por una sociedad rural popular. Contra la ciudad y la forma de vida urbana.

El modo de vida óptimo de existencia humana lo proporciona la pequeña población rural, donde además se puede desarrollar de forma óptima la soberanía popular por asambleas, facilita la convivencia íntima entre todos y poner en común los bienes de

producción. No son las «ciudades sostenibles» una alternativa real, sino poner fin a las ciudades, convertidas en centros de hacinamiento de seres humanos para llevar una vida de esclavos asalariados. La ciudad debe ser cuestionada como parte del proceso arduo y complejo de desindustrializar, desmaquinizar y desurbanizar la humanidad, proceso sin el cual la humanidad no podrá salir del estado de barbarie y decrepitud que ahora padecemos.

25. Sobre la libre determinación de los pueblos oprimidos.

La libre determinación de los pueblos oprimidos por los estadosnación, o estados-multinación global-imperialistas, no podrá alcanzarse de la mano de las instituciones de poder de los estados o apadrinados por éstos. Ni de hipotéticos procesos «neutrales» estatistas de liberación nacional propugnados por la izquierda o el nacionalismo burgués o pequeño-burgués. La libre determinación de los pueblos oprimidos será parte del proceso de la revolución integral, o no lo será. Esta justa reivindicación forma parte del programa estratégico de la revolución integral y ha de plantearse de forma conjunta e integrada en el conjunto de transformaciones revolucionarias a efectuar. No es posible plantearla como «cuestión» previa, ni marginal, al contrario, debe formar parte del conjunto de tareas transformadoras esenciales a acometer: parte de la revolución política, pero también parte sustancial de la revolución en la conciencia, de la construcción política de un sujeto capaz de sostener una sociedad convivencial, igualitaria, defensora de los valores propios de una moral de esfuerzo y servicio desinteresados orientado hacia el bien común, con respeto de las culturas, con libertad de conciencia, libertad política y civil para todos y todas, pero también con la eliminación del trabajo asalariado y servil de cualquier forma, con la incorporación -en condiciones de igualdad- de la mujer a las tareas centrales de la sociedad, y sin discriminación alguna de nadie en razón a la raza, sexo o cualquier otra orientación personal o social que deberá quedar en el ámbito estricto del conjunto de libertades políticas y civiles.


 

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